INTERPRETACIÓN DE LA FACHADA A LA PLAZA DE LA SEO DE ZARAGOZA
Alejandro Rincón González de Agüero
A raíz de la idea de un trabajo universitario de componer la volumetría del antiguo Palacio de la Diputación del Reino de Aragón y pedirme, dada mi afición coleccionista de imágenes zaragozanas, si disponía de alguna vista de las fachadas fuera de las conocidas tomadas desde el río Ebro, ante la no existencia de ello, me planteé llevar a cabo una interpretación de la recayente a la plaza de la Diputación, que posteriormente se uniría a la de la Seo con esta última denominación, en base a los planos del edificio levantados en 1756 y encontrados por Chesús Giménez Arbués y Guillén Tomás Faci en el Archivo General Militar dependiente del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid, de los cuales se daba noticia en el número 360 del año 2006 de esta misma publicación.
El palacio de la Diputación General del Reino de Aragón, también conocido como Casas de Reino, fue un emblemático y principal edificio de la arquitectura pública aragonesa dada su importancia institucional, política y artística, situado entre el palacio arzobispal de Zaragoza y la antigua calle Cuchillería (actual Don Jaime I) que arrancaba en la puerta de Ángel al norte de la ciudad, con fachadas a esta calle frente a la Lonja de Mercaderes, la plaza de la Diputación (después la Seo) y la ribera del Ebro (hoy paseo Echegaray y Caballero).
De la descripción, historia, vicisitudes y reformas que fue objeto el conjunto edificado a lo largo del tiempo, nos dan cumplida cuenta las numerosas publicaciones habidas, destacando, aparte de la de los autores citados, las de Carlos Bitrián Varea principalmente o de Carmen Gómez Urdáñez, entre otros.
La construcción del edificio parte del impulso de las Generalidades en la Corona de Aragón por Pedro IV el Ceremonioso. El acuerdo de las Cortes de Aragón de 1437 fructifica en llevar a cabo una sede permanente de la Diputación del General del Reino, cuya fábrica comenzó en 1443 y terminó en 1450 de acuerdo a los estudios más recientes. Juan de Mur fue el equivalente hoy día al contratista de las obras, que también debía aportar su traza o proyecto; y su ejecución corrió a cargo de los maestros principales Mahoma Rafacón, el cual debió llevar la responsabilidad general de las mismas, sus estructuras portantes y albañilería; el fustero Moris Perrin lo relativo a madera y carpinterías; y Johan de Laredo la cantería.
Las plantas y secciones de los planos mencionados nos dan una idea clara de la edificación tal como era en el siglo XVIII, articulada en torno a un patio rectangular o gran luna claustral, a través de la cual se accedía a las distintas dependencias según unos cuerpos o volúmenes claramente diferenciados exteriormente, como el situado al norte, que albergaba el gran salón de San Jorge o del Reino, al que se adosó un mirador recayente al río Ebro; el cuerpo oeste con el acceso principal al edificio por la citada calle Cuchillería, con escalera de honor e iglesia de San Juan del Puente incorporada al conjunto como capilla real; y el sur, que disponía también de acceso desde la plaza de la Diputación, destinado a escribanías y archivos. Por el contrario, el lado hacia el este lo constituía un muro medianil con la propiedad del arzobispado, a excepción de un cuerpo en la planta primera que se adentraba en ella.
Palacio de la Diputación del Reino de Aragón en 1756. Plantas baja, primera y segunda. Instituto de Historia y Cultura Militar. Archivo General Militar de Madrid
A grandes rasgos, el edificio gótico fue continuamente reformado entre lo que cabe citar la construcción de la galería-mirador al Ebro por Juan de Gali y Jaime Crosian en 1559; la reparación de fachadas por Marco de Mañaria, también en el siglo XVI; o la reforma en la segunda mitad del XVII que afectó al núcleo central correspondiente al patio gótico y que, a la vista de los planos de 1756, se transforma en otro de corte clásico al que se dota hacia 1670 de un espectacular cerramiento superior mediante bóveda esquifada con huecos a modo de lunetos, rematada por linterna a través de la cual recibir luz natural el espacio interior.
Durante el siglo XVIII se adaptó administrativamente a los Decretos de Nueva Planta introducidos por Felipe V en 1707, pasando a ser Real Audiencia de Aragón con la denominación de Casas de la Audiencia.
Pero la acción más traumática fue la del incendio y consiguiente ruina debida a los bombardeos del ejército francés en el segundo Sitio de Zaragoza de 1809, lo que desencadenó su desaparición. Concretamente lo acaecido el día 27 de enero de ese año lo describe Faustino Casamayor en su Diario de los Sitios de Zaragoza como testigo directo:
“…en cuyo día sucedió la desgracia lamentable del incendio de la Real
Audiencia, quemándose los dos archivos y con ellos lo más precioso de los
privilegios aragoneses, pérdida que jamás podrá ser resarcida.”
Y prosigue el día 28
“El incendio de la Audiencia fue tan voraz que continuó hasta consumirla, por
cuyas razones será este día uno de los más terribles de esta desastrosa guerra.”
El inmueble ardió durante tres días seguidos desapareciendo gran parte de los tesoros de todo tipo que albergaba: documentales, constructivos, artísticos, mobiliario, …; si bien, parte de la documentación fue salvada al ser arrojada por los vecinos a la vía pública, custodiándose en la actualidad en el Archivo Provincial de Zaragoza.
Terminada la contienda bien pudo rehacerse en las partes arruinadas pero, como es habitual y pese a su enorme significado histórico y riqueza, en vez de llevar a cabo su reparación y reconstrucción, fue abandonado por las instituciones cediéndose en 1830 al arzobispado de Zaragoza, quién edificó sobre sus restos el Seminario Conciliar de San Valero y San Braulio.
Volviendo al tema que nos ocupa, relativo a la imagen del palacio en su fachada hacia la plaza de la Diputación según los planos de plantas y secciones de 1756, pese a que la principal o de protocolo daba frente a la Lonja, el carácter, digamos secundario de aquella y que sería la de acceso diario, no quita para que ambas tuviesen similar tratamiento dado lo representativo del edificio y su especial emplazamiento. Es por ello que se ha dibujado en la idea de sobria fábrica de ladrillo a “cara vista”, el cual iría aparejado en soga-tizón tomado con yeso y terminación zaboyada, remarcando la horizontalidad de las juntas a la manera tradicional mediante un rejuntado ligeramente matado superiormente para la rápida eliminación del agua de lluvia.
Dispondría de basamento o zócalo para mejor evitar la absorción de humedad en los muros, presumiblemente en piedra sillar acorde a su monumentalidad y con una altura hasta la solera de las ventanas.
Los huecos de planta baja se dotaron de potente reja, planteándose rectangulares y abocinados hacia el interior siguiendo los planos. En cuanto a la portada de ingreso, se ha propuesto según arco de medio punto de piedra enmarcado en sencillo alfiz sobre el que iría uno de los dos grandes relieves conservados en el Museo de Zaragoza. En ellos vemos los escudos sostenidos por ángeles del señal real con las barras de Aragón en el centro, flanqueado a la derecha por el de la cruz de San Jorge con las cuatro cabezas de los reyes moros derrotados en la batalla de Alcoraz y, a la izquierda, el que contiene la cruz de Íñigo Arista. El material es piedra arenisca de Flix y sus autores bien pudieron ser Fortanet de Usesques o Franci Gomar siguiendo probables diseños de Blasco de Grañén.
La planta primera, contaba con cuatro huecos principales que dan luz a sus correspondientes estancias, más otro menor para la letrina de la planta, todos ellos también abocinados interiormente y quizá resultantes de la reforma de fachadas del XVI, los cuales sustituirían a los del edificio gótico precedente, perfectamente documentado por Carlos Bitrián. Dichos huecos se han dibujado, siguiendo modelos de la época, con dintel en base a un cargadero horizontal de madera bajo arco escarzano de descarga de ladrillo.
La gran altura inicial de esta planta noble dio lugar, en alguna de las numerosas e importantes reformas que sufrió el inmueble, a la introducción un nuevo segundo piso destinado a archivos, bien iluminado a diferencia del resto, según la serie de huecos en fachada que dan los planos y que, este caso, son abocinados hacia el exterior.
A falta de conocer si el conjunto de vanos dispondría de alguna decoración especial, se han grafiado con sencillo enmarcado recto de yeso, destacando la existencia de rejas en los de planta baja como antes se ha mencionado.
En planta tercera, que correspondería al gran espacio de entrecubierta conocido como Archivo Alto del Reino y a la que el autor no dedica plano específico, llama la atención que en el de sección no se grafía hueco alguno. Esto puede deberse a que la línea de sección no coincida con posibles huecos; a que raramente y como poco probable no los hubiese; o a que en la fecha en que se hace el levantamiento planimétrico, presumiblemente estuviesen cegados, dado que la galería superior es una de las constantes compositivas en todos los edificios tardo góticos y renacentistas, los cuales siguen el invariante esquema de tres plantas: baja (que en casos puede disponer de alguna entreplanta), principal o noble, y entrecubierta o falsa con un ritmo continuo de huecos a modo de galería o mirador, como así aparecen en la vista de Wyngaerde de 1563 en el tramo de fachada por encima del muro medianil con el arzobispado. Es más, se tiene constancia de la existencia de mirador en la falsa de la fachada principal a la Lonja, que se remodeló en 1587, siendo extraño que no lo hubiese en la que nos ocupa por la unidad compositiva que se supone tendría en origen la edificación.
Es por ello que se ha insinuado en el alzado un ritmo continuo de huecos que corresponderían a la galería que decimos, grafiados como si estuviesen cegados, ordenados según la vertical respecto de los de planta primera.
Los machones entre huecos soportarían el empotramiento de las ménsulas de madera y demás sistema de alero. Por encima de la cubierta, de teja curva cerámica con una pendiente de unos 45º, aparece la linterna rectangular para la iluminación del gran espacio central, rematada por cruz y veleta.
Como último, decir que se ha optado el realizar este alzado mediante dibujo tradicional a mano frente a la utilización de las herramientas digitales al uso, reivindicando este tipo de grafía un tanto en desuso en la actualidad pero que, en casos como éste, mejor se adapta a la idea de partida y resultado final.